Me he dado cuenta de que a lo largo de la vida, y con los años, vas creando y trazando caminos y costumbres que quizás algún día alguien recuerde y evoque .
Algún día cuando ya no esté.
Hace unos siete años, el día de Reyes estaba tiñéndose irremediablemente de una triste y dulce melancolía, recordando a alguien que la vida en su otra cara, un año atrás, por esas mismas fechas, había arrebatado de nuestro presente.
Se me hacía tan cuesta arriba celebrar esa fiesta como habíamos venido celebrándola siempre. Sabía que iba a marcarse tanto esa ausencia, que en un golpe de timón decidí coger a mis hijos, que no cesaban de vigilar cualquier cambio en mi expresión con el rabillo del ojo, como un barómetro que decidiría este y muchos días más de su vida, y llevármelos a comer fuera de casa.
Somos poco de comer fuera, lo mío es agrandar la mesa y cocinar para el Séptimo de Caballería si es preciso.
Eso me hace sentir pletórica y poderosa.
Pero ese día decidí llevármelos a dar una vuelta por el puerto cercano y comer en un local donde se tostaban las alitas de pollo y las patatas fritas más doradas y crujientes de la zona.
Pero cuando nos dirigíamos allí, oteando un lugar para sentarnos en la abarrotada terraza, y justo al lado, vi que acababan de abrir otro local que había estado en obras.
La terraza exhibía unos brillantes farolillos de mil colores, temblando bajo el frío aunque soleado día del mes de Enero.Las mesas puestas con delicado esmero, lucían unas servilletas dobladas simulando un cisne y las cartas con dragones dorados en su portada esperaban sumisas y perfectamente ordenadas.
Miré hacia el restaurante.
No faltaba ningún detalle, las filigranas esculpidas con esmero del rótulo, la laca del brillante barniz de la puerta, los paneles con rollizos osos pandas, flores de cerezo y brotes de bambú. Y allí perfectamente alineados, con una imposible composición que aunaba inclinación de cabeza, cordialidad y un claro interrogante, esperaban sonrientes el dueño, al que llamaremos Sr.Wang , su mujer y las que en mi prontitud en redondear las cosas decidí que eran sus cinco hijas.
Nos cruzamos la mirada durante una décima de segundo el Sr.Wang y yo.
Pero fue suficiente.
Llevaban horas esperando un primer cliente.
Ser un desconocido y muy extranjero, en un pueblo con costumbres cerradas y arraigadas esto es difícil. Muy difícil.
Así que cogí a mis tres hijos y les dije :"Hoy comemos chino".
Cosa que les encantó pues son de naturaleza festiva y responden bien a esta clase de proposiciones.
Lo de la leyenda urbana reflejada en la foto del encabezamiento, supongo que ha causado sus estragos.
El Sr.Wang y su familia nos atendieron de maravilla y mientras atacábamos el pato laqueado, pudimos observar que se llenaron media docena de mesas más. Pero nosotros habíamos sido sus primeros clientes. Cuando nos fuimos Mr.Wang nos obsequió a mi hija y a mi con un colgante de jade regalo de año nuevo y un reguero de inclinaciones afectuosas que nos acompañaron hasta que nos perdimos de vista.
No volvimos al restaurante hasta finales de verano de aquel año. Pero cuando pedí mesa, abriéndome paso entre la cola de gente que estaba esperando Mr.Wang se acercó y en lo que interpreté sin ningún género de dudas como una enorme deferencia -"una colada por el morro" lo llamó mi hijo- nos sentó al momento en una mesa de la terraza.
Desde entonces he conservado la costumbre de visitar este restaurante cada día de Reyes y algunomás durante el año. Siempre creo reconocer esa mirada cómplice en el
Sr.
Wang , habiendo transcurrido ya siete años .
Y me congratula decir que las cosas han mejorado mucho para él, que desde hace un par de años conduce un impresionante Jaguar con el que se desplaza de uno a otro de sus florecientes negocios , y también para sus hijas que ahora regentan sendos bazares en los mejores enclaves comerciales del pueblo.
Hoy hemos decidido que volvíamos a comer allí , ya que este año por primera vez en todo este tiempo , no fuimos el día de Reyes.
Me agradaba la idea de recuperar el intercambio de sonrisas .
De adivinar en su expresión el...
"Cómo crecen estos chicos!"
Y el hecho de que me mantuviera presente en su memoria asiática .
Creo que es evidente que algún día no muy lejano
el universo pertenecerá a lo que se dio en llamar el"poder amarillo"
el mundo cada vez más , es grande y pequeño a la vez,
pero tiene sitio para todos.
He buscado en vano al Sr.Wang y su sonrisa al cruzar la puerta.
Y en la caja ya no estaba sentada reinando la solemne abundancia de
la Sra.Wang.
En su lugar una menuda mujer malhumorada
corría y ordenaba a diestro y siniestro por todo el restaurante
a un nutrido grupo de jóvenes cuya tez y marcados rasgos
denotaban una infancia rural y lejana.
En cambio los rollitos estaban manufacturados en un mayorista de Barberà del Vallés
y no podría explicar en qué se ha convertido el pato laqueado.
Hemos buscado en vano en la carta de postres ese rótulo de "Plátano Falatameado" que nos producía hilaridad. Y cuando hemos visto pasar un "Barco Chino" hacia la mesa de al lado, desmantelado , sin lichis , ni sombrillas ni bengalas encendidas hemos decidido tomar un helado.
Nos hemos ido con la sensación y la premura de haber perdido algo.
Una sonrisa , un amigo ...
...y ese energizante y generoso chupito doble de licor de gingseng
con el que siempre, siempre , me despedía el Sr.Wang...